miércoles, 26 de agosto de 2009

Uniendo un rompecabeza al que le faltan muchas piezas


Yo sabía que ser maestra(o) no era tarea fácil, pero como me gustaba, no tuve la menor duda en dedicarme a los estudios en Educación Elemental. Cada día que pasa estoy más convencida que Dios tiene un propósito conmigo, mi trabajo y con los estudiantes que tengo año tras año.

Cada año que pasa, está rodeado de diferentes situaciones en las cuales uno puede hacer algo y en otras no. Como maestra, siento la necesidad de amar a mis estudiantes. Veo en cada rostro una expresión infinita de clamor por un poco de amor, quizás de una pequeña sonrisa. Es algo que quisiera explicar pero no hay palabras que puedan contener todo lo que se ve y se siente y expresarlo de la forma más fiel y exacta posible. Dicen que los maestros estan más propensos a padecer del corazón y ahora entiendo el por qué. No se cómo puedo contener las lágrimas cuando un estudiante se acerca a mi de la forma más inocente que uno pueda observar y en su conversación sale un horrible trozo de la más dañina sustancia que el ser humano pueda probar: "mi papá no me quiere". Yo pienso rápidamente en mis padres y mis hijos. Cuanto amor me brindaron mis padres (y eso no quiere decir que nunca me regañaron o me castigaron) y cuánto amor le brindo yo a mis hijos. A veces siento que estoy en un mundo al que no pertenezco o que estoy viviendo en una época de hace 30 años atrás. Aveces me creo que todavía vivimos en una sociedad donde las láminas que hay que buscar para el tema de la familia son: mamá y papa, los hermanitos y las mascotas. O pienso que los padres aman a sus hijos como yo amo a los mios.

Es un rompecabeza al que le faltan muchas piezas pues estos niños(as), por más que uno quiera brindarles amor, cariño y comprensión, tienen situaciones en los hogares que le afectan tanto física como emocionalmente. Los maestros(as) tratamos de buscar todas las partes de ese rompecabeza y colocarlas en su lugar. Muchas veces da resultado, otras veces no tiene el efecto deseado. Pero, a pesar de que cada estudiante y cada situación es muy diferente, sólo me queda brindarles amor y ser fuerte para poder seguir adelante con ellos mismos. No tengo otra explicación, Dios me quiere aquí para mucho más que dar clases. Espero seguir encontrando las piezas que faltan y formar corazónes de carne, no de hierro.




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